Leí en algún comentario de alguna noticia que la “Educación Gratuita”, último recurso populista del Gobierno, no pudo mejorar los números de aprobación del Ejecutivo en las últimas encuestas. Culpan al machismo, a los prejuicios y, aunque suene irrisorio, a las rutinas de humor que se han dado el último tiempo, especialmente en el Festival de Viña, como una fuerte publicidad que adoctrina a la ciudadanía a reconocer mayormente los errores. Es difícil apreciar cosas buenas cuando los lineamientos que se implementan traen contradicciones sociales, son aplicados de forma casi improvisada y no logran fortalecer ni desarrollar una comunidad civilizada, que piensa, participa y se moviliza en base a principios y no afectos.
El acuerdo de convivencia para homosexuales (ideológicamente hablando), la improvisada educación gratuita, la estrambótica distribución del mar chileno, los escándalos de corrupción dentro del gabinete ministerial (y, por supuesto, las innovaciones televisivas irreflexivas en este tema), la reforma tributaria y laboral, la complicada situación familiar, un documental que muestra una faceta emocional para enfrentar una Jefatura de Estado y podríamos seguir enumerando, han provocado un socavón no en la imagen de la presidenta, sino en la nación en que vivimos. La Jefa de Estado es solamente la cara visible de todo un sistema que relega principios de verdadera justicia a un rincón, para dar paso a legislaciones libertinas que traen destrucción humana y social.
Ya se aprobó, en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados, el Proyecto de Ley de aborto libre en Chile – digan lo que digan o le pongan la máscara que sea, es aborto libre, señores, y ni siquiera con letra chica – ¿Es un día histórico? Sí, es histórico. Hoy pudo más toda una campaña publicitaria manipuladora y malintencionada que apunta a la destrucción de la vida y a la comercialización de esta (empresas que compran fetos). Se mintió mucho. Se manipuló mucho. Se dijeron muchas cosas con un tono familiar, con una bata de doctora, una sonrisa en la cara y modificando un poco el discurso, pero tras toda la palabrería de la dignidad de la mujer hay una realidad cruda que impulsa esta ley, han querido hacer creer que es más importante matar a un ser humano que ser madre y padre, más importante trabajar y tener éxito (aunque un éxito relativo en parámetros económicos y de imagen), han querido que creamos que dentro del vientre no hay vid ni identidad, ponen en riesgo la vida de las mujeres en vez de protegerlas y darles el apoyo que necesitan y quieren gastar muchos más recursos en implementar una ley de aborto antes que en una de acompañamiento.
De aprobarse esta ley definitivamente, sin duda, los abortos aumentarán. Nuestra tarea debe ser informar a la comunidad qué es realmente el aborto, por qué se legislan cuestiones aborrecibles, cultivar principios verdaderos antes que los parámetros de éxito que impone este sistema perverso, generar instancias de prevención del núcleo familiar, criar a nuestros hijos con valores cimentados en pos de una sociedad justa y fructífera, no torcida y estéril. No debemos callar. No debemos callar. No debemos callar, aunque nos acusen de discriminadores, aunque nos digan que somos conservadores, aunque, según el universo que se traga el cuento de la dignidad y los derechos, nos hayamos quedado en el pasado y no seamos los del pensamiento evolucionado; no debemos callar la verdad. No debemos callar la verdad. No debemos callar la verdad. No debemos.
Gabriel Muñoz