En las pasadas elecciones del 19 de noviembre hubo, al menos, 22 candidatos a diputados provenientes de iglesias cristianas evangélicas[1]. De ellos, dos candidatos resultaron electos: Eduardo Durán, quien compitió por el distrito 13, obteniendo un 8,2% de los votos y Francesca Muñoz, por el distrito 20, quien obtuvo un 6,8%. Ambos militantes de Renovación Nacional, por lo que su participación y votos serán relevantes para el gobierno de Sebastián Piñera, cuando asuma en marzo de 2018, pues no posee mayoría absoluta en ninguna de las cámaras.
Aunque, independiente de los desafíos propios de la búsqueda de consenso y la articulación política necesaria para impulsar legislativamente los proyectos del gobierno, estos diputados electos tendrán además otros desafíos, que podrían tener que ver más con ellos (o lo que ellos particularmente representan) que con el partido o la coalición a la que pertenecen. En efecto, difícilmente pasará desapercibida esta denominada como (proto) “bancada evangélica”[2]. Por ello, es probable que los medios de comunicación y no pocos periodistas, estén muy pendientes de sus acciones o discursos buscando elementos para resaltar, juzgar o elogiar.
Uno de esos desafíos dice relación con legislar, no exclusivamente a favor “del pueblo cristiano”, sino a favor de toda la sociedad. Ciertamente, sería de esperar que los diputados cristianos voten a favor de algún cambio “o perfeccionamiento” de la ley de aborto en tres causales (por ejemplo, para potenciar el acompañamiento) y a favor de una posible ley sobre objeción de conciencia o que voten en contra del matrimonio homosexual y en contra de la adopción homoparental. Sin embargo, su accionar en la arena política debe saber ir más allá de intereses corporativos, comprometiéndose no solo con el bienestar del pueblo cristiano, sino que con todo el pueblo de Chile, comprometiéndose no solo sobre los “temas valóricos”, sino que también con los grandes temas nacionales[3]. Esto resulta particularmente importante, pues un estudio de 2009 señala que los evangélicos actúan como “una comunidad ensimismada, volcada sobre sí misma, poco sensible al debate nacional”. Los evangélicos aparecen más como “una comunidad minoritaria con intereses grupales y/o religiosos-corporativos”. De modo que los temas de interés nacional preocupan considerablemente menos que los temas de interés individual, familiar o del grupo religioso[4].
Un segundo desafío se relaciona estrechamente con lo anterior: las agendas legislativas trascienden, con mucho, las discusiones propias de “la agenda valórica”, por lo que necesariamente se requiere tener una posición sobre los distintos temas de debate nacional. Por esto, el desafío en este caso consiste en poseer una reflexión o posición “de inspiración cristiana” sobre temas nacionales como pensiones, salud, delincuencia, política exterior, defensa, migraciones[5], etc. Pues, al no tener esa posición, puede recurrirse a otras opciones simplistas como abstenerse o terminar votando como lo imponga o indique el partido o coalición de pertenencia. Aunque hay que precisar que, esto último, sería negativo en el caso de que “se vote en bloque”, sin mediar una reflexión cristiana previa que pueda incidir sobre la discusión y votación. El mejor de los casos sería que “el votar en bloque” no signifique un problema, pues dicha reflexión concluya justamente en una posición idéntica o similar a la del partido o coalición.
Un tercer desafío consistiría en una suerte de estar en política “sin hacer política” o no hacer política como hasta el momento se ha hecho. Esto, porque el actual escenario político chileno está desacreditado y pasa por una situación de desafección y altos niveles de abstención por parte de la población, especialmente por casos de corrupción, por tráfico de influencias, clientelismo y, en general, por prácticas que tienden a trasgredir lo legal o, al menos, riñen con lo ético. El desafío entonces es, evidentemente, no caer en la forma actual de hacer política, evitando las incorrectas pero extendidas prácticas políticas (que justamente por extendidas se naturalizan), actuando dentro del marco legal, pero también dentro del marco ético cristiano. Esto es especialmente relevante, porque al denominarse públicamente como cristianos, se genera la idea de que se posee una suerte de superioridad ética y, por lo tanto, se espera una conducta intachable. Por esto, no pueden existir conductas con atisbos de corrupción, clientelismo, cohecho, acarreo electoral, tráfico de influencias u otras prácticas que contribuyan a empeorar la función de gobierno y dejar “un mal testimonio”.
Un cuarto y último desafío, que se relaciona ciertamente con el anterior, es poseer la autoridad formal del cargo político, pero poseyendo también la autoridad espiritual como cristiano. El haber competido en una elección, habiendo obtenido legítimamente la victoria, otorga un cargo político que genera una autoridad formal, permitiendo legislar sobre distintos proyectos de ley. Sin embargo, si se legisla, por ejemplo, a favor de la infancia o la familia, se espera que el propio núcleo familiar fuese un ejemplo real y práctico de lo que se defiende políticamente. Si defendemos políticas para eliminar la pobreza, nuestro comportamiento personal con quienes están en pobreza, ciertamente, no debiera ser de indiferencia o apatía. De ese modo, nuestro relato político, sobre lo que aspiramos para nuestra sociedad, debe tener un correlato idealmente exacto en nuestra propia vida personal y familiar.
En definitiva, es seguro que no resultará trivial lo que haga o deje de hacer esta denominada bancada evangélica, particularmente en relación a como logre resolver los desafíos aquí planteados[6], puesto que será relevante en términos de generar un precedente para una sociedad, que seguramente en el futuro, verá un cada vez mayor involucramiento de candidatos, movimientos y partidos políticos de inspiración cristiana. Por lo tanto, se debe ir más allá de intereses religiosos-corporativos, generando reflexiones y posturas sobre los temas de interés nacional desde una perspectiva cristiana, evitando las incorrectas prácticas políticas y detentando una autoridad espiritual y no solo una autoridad político-formal.
En suma, se requiere de una mirada integral y no ensimismada, que piense y crea también desde el templo hacia afuera, que produzca reflexiones y posturas –planteando soluciones desde el Reino– sobre los temas sociales, políticos, económicos, educacionales, entre otros, junto con repensar nuevas formas de operar en la función de gobierno, fuera de los márgenes de cómo hoy se hace política y con vidas íntegras y en rectitud.
Para finalizar, solo cabría mencionar aquello que el lector probablemente ya habrá reflexionado: estos desafíos, en realidad, no son exclusivos de los diputados cristianos electos. Más bien, son desafíos que deberá enfrentar todo cristiano que busque incidir en los asuntos públicos y, ciertamente, desafíos que también la Iglesia en su conjunto deberá resolver, por ejemplo, con organizaciones sociales, instancias de formación cívica, instituciones de reflexión pública cristiana o centros de pensamiento, entre otras formas.
Notas:
[1] VILCHES, I. Más de 20 evangélicos van candidatos a diputado este año [En línea]. Periódico Cosmovisión. [fecha de consulta: 15/12/17]. Disponible en: http://cosmovision.cl/elecciones-mas-20-evangelicos-van-candidatos-diputado-este-ano/
[2] FOCACCI, G. El resultado de los candidatos que buscaban conformar una bancada evangélica en la Cámara. [En línea]. Biobío. [fecha de consulta: 21/12/17]. Disponible en: http://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2017/11/20/el-resultado-de-los-candidatos-que-buscaban-conformar-una-bancada-evangelica-en-la-camara.shtml
[3] Como cristianos debemos buscar el bienestar de nuestra sociedad, no solo nuestro bienestar grupal. Un pasaje que muestra aquello es el siguiente: “Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al SEÑOR por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar.” Jeremías 29:7 (LBLA).
[4] FEDIAKOVA, E., PARKER, C. Evangélicos en Chile Democrático (1990-2008): Radiografía al centésimo aniversario. Revista Cultura y Religión. 2009. P 58.
[5] Para revisar una breve reflexión y postura bíblica sobre las migraciones véase: https://oikonomos.cl/04/2017/migraciones-una-perspectiva-biblica-por-angelo-palomino/
[6] Probablemente el ascenso vertiginoso del Frente Amplio, con 17 diputados, 1 senador y un 20% de votos para su carta presidencial, se deba a que en buena medida y desde su propias ideas políticas, han logrado sortear estos desafíos, pues generaron una visión de país, no particularista o restringida a los temas de educación (siendo el sector de donde proviene sus líderes más conocidos), han generado procesos de reflexión y posturas sobre los temas país, han planteado una nueva forma de hacer política y han tenido una suerte de “superioridad moral”.
Ángelo Palomino