Hace días me he estado preguntado a quién le importa la libertad religiosa, una pregunta que quizás no muchos se hacen en el Chile contemporáneo o, al menos, no les ronda demasiados días por la cabeza. Frente a esta situación, he llegado a las siguientes respuestas que atañen a sectores de nuestra sociedad:

A los creyentes. En un país donde, según la última Encuesta Nacional Bicentenario UC/ADimark (2013), la mitad de los habitantes reza o hace oración diariamente, la libertad religiosa seguramente les debe importar mucho, ya sea para orar públicamente en sus templos, compartir libremente su fe con otros o simplemente para tener la seguridad de orar tranquilamente en sus hogares y conducir sus vidas según los valores de su religión, sin temer ser molestados por persona o autoridad alguna.

Para los cristianos este tema no es menor. Para una religión que desde sus inicios tuvo que enfrentar discriminación, persecución y muerte, el hecho de poder libremente reunirse, expresarse y difundir sus creencias significó un avance tremendo en el desarrollo de las comunidades que aceptaron por fe las enseñanzas de Cristo. Bíblicamente, la libertad de religión encuentra su base desde los inicios de la humanidad, cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza y con libre albedrío. Aunque Dios ha hecho un incesante llamado a la humanidad, no fuerza a nadie a seguirlo y respeta la decisión individual. No podía ser menos; el amor verdadero exige libertad. Para el cristiano evangélico protestante chileno, la libertad religiosa es una herencia valiosa que merece ser conservada, y aún mejorada.

Por último, importante es notar que, a pesar de que Chile es un país culturalmente cristiano, no son solo los fieles cristianos quienes dan importancia a la libertad religiosa, sino (y con mayor razón) los creyentes de religiones y creencias minoritarias, como los musulmanes, judíos o bahá’í, por citar ejemplos.

A los políticos. No a todos los políticos, por cierto, sino solo a aquellos que creen profundamente en la democracia y en las libertades públicas. Políticos que entienden que en la pluralidad de ideas, creencias y en la libre expresión de estas, se construye una sociedad más inclusiva y respetuosa de las personas y sus derechos inalienables. Líderes que entienden que la religión, tal como lo hacen la economía y la política, guían la conducta de los pueblos y de los gobiernos de forma permanente. Políticos que, en fin, comprenden que la protección y promoción de la libertad religiosa es un elemento vital para que la democracia como valor universal perdure.

A los defensores de los derechos humanos. Hombres y mujeres que hacen suya la causa por el respeto y protección de todos los derechos humanos. Personas que, a pesar del avance de corrientes materialistas y secularizadoras, comprenden que la búsqueda religiosa está en el corazón de la dignidad humana. Estos hombres y mujeres se encuentran dictando clases en las universidades, sentados en tribunales haciendo justicia o luchando en los mismos por su reconocimiento caso a caso. Hay otros defensores, sin embargo, que igualmente, pero silenciosamente luchan, desde sus peculiares puestos de menor influencia, por un efectivo y práctico respeto y reconocimiento del derecho a la libertad religiosa.

A los que ven restringido su derecho. Así como debemos reconocer que en Chile sí existe libertad de religión, también tenemos que reconocer que su desarrollo dista de ser maduro. Cómo desconocer el inadecuado legalismo de los tribunales de justicia cuando frente a casos particulares han ponderado erróneamente el peso e importancia de distintos derechos en una colisión de los mismos, dando mayor importancia a ciertas normas reglamentarias o legales, por sobre otras supralegales o constitucionales. Cómo desconocer la restricción o derechamente impedimento que han sufrido los pueblos originarios en la manifestación o conducción de sus vidas de conformidad a sus creencias y valores religiosos y espirituales.

A los que no tienen el derecho. Finalmente, aunque me aleje del contexto nacional más inmediato, no puedo dejar de mencionar a los que derechamente no gozan de derecho a la libertad religiosa alguno. Felizmente en Chile esa realidad no existe. ¿Pero qué acerca de los que no tienen ese derecho? En bastas regiones de este globalizado e interconectado planeta, aun en países que son nuestros socios comerciales, se persigue, se queman, se arrestan, se encarcelan y hasta se mata a hombres, mujeres y niños solamente porque no creen ni practican la religión mayoritaria del país. Minorías perseguidas por mayorías, de todos los colores y de todas las creencias y donde ciertamente la religión de Cristo sigue siendo la gran perdedora. Este punto, da para otra pregunta y otros días más reflexionar, quizás en una segunda entrega pueda ahondar en este tópico.


Bruno Aguirre
Abogado y diplomático chileno en formación